miércoles, 1 de noviembre de 2017


Por Cristina Gil
Viajé a Buenos Aires en tren. Por supuesto con mi equipo de mate, feliz mientras contemplaba el paisaje, preparé mi mate. Pero grande fue mi sorpresa cuando tuve que llenar el termo con agua del dispenser. Es muy distinto el sabor también la temperatura a la cual estoy acostumbrada, inclusive con el mismo mate y yerba no era lo mismo...Tanto cuando llegué a casa de mi hermano, como cuando regresé a mi casa, urgente a preparar mate... soy inseparable de mi mate viajero...






El Mate. Por: Adriana Rolando 
No domino el arte de cebar mate, seguramente porque en mi casa materna, todos descendientes de españoles, no tenían esta costumbre cotidiana.
Un día, no obstante, me propuse aprender a hacerlo viendo “Utilísima”, ese programa que todo lo enseñaba.
El hecho es que mi aprendizaje no logró sus objetivos.
Mis mates siguieron pareciendo simplemente “una sopa” donde el agua no sé por qué extraña razón no quiere juntarse con la yerba, viéndose como yogur cortado.
Desde allí tomé la decisión que NO VOLVERÍA A INTENTARLO.

Los que sí son graduados en la manufactura de los mates son mis hijos.
En los estudios universitarios siempre estuvo presente este semilíquido verde y triunfal.
Cuando había que pasar la noche en vela.
Cuando se estudiaba de a pares.
Cuando se estudiaba en grupo.
Cuando se rendía libre, regular, promocional o en  la compañía de un aplazo.
Dejaron rastros de esta compañía inseparable en sus apuntes, en sus ropas y a veces en alguna quemadura fugaz.

Hoy cuando me llaman por teléfono y me dicen:
- MA….voy a tomar unos mates, andá preparando todo, saben muy bien que lo que haré es poner la pava al fuego, buscar el mate, la bombilla y la yerba y colocarla en la mesa.
Sólo tengo que esperar que lleguen para disfruta de verdaderos mates ciudadanos, esos que lucen resplandecientes porque sus hacedores conocen sus más íntimos secretos:
-¿Má se te hirvió el agua?
-Ponele un chorrito de soda.
-¿No te anda la bombilla Má?
- Golpeá el mate por abajo y empezará a funcionar.
-¿Querés que le pongamos un poco de grapa como lo hace papá?

No importa con qué se acompañe. La compañía siempre serán  palabras dichas por turno que cuentan historias saladas, dulces o picantes que sirven para engordar la vida.


                                                                                                


Un mate es mucho más que “un mate” por Lalo Mir
El mate no es una bebida. Bueno, sí. Es un líquido y entra por la boca.
Pero no es una bebida. En este país nadie toma mate porque tenga sed.
Es más bien una costumbre, como rascarse.El mate es exactamente lo contrario que la televisión: te hace conversar si estás con alguien, y te hace pensar cuando estás solo.Cuando llega alguien a tu casa la primera frase es ´hola´ y la segunda ´¿unos mates?´.Esto pasa en todas las casas. En la de los ricos y en la de los pobres.Pasa entre mujeres charlatanas y chismosas, y pasa entre hombres serios o inmaduros.Es lo único que comparten los padres y los hijos sin discutir ni echarse en cara.Peronistas y radicales ceban mate sin preguntar. En verano y en invierno.Es lo único en lo que nos parecemos las víctimas y los verdugos los buenos y los malos.Cuando tenés un hijo, le empezás a dar mate cuando te pide. Se lo das tibiecito, con mucha azúcar, y se sienten grandes. Sentís un orgullo enorme cuando empieza a chupar mate. Se te sale el corazón del cuerpo.Después ellos, con los años, elegirán si tomarlo amargo, dulce, muy caliente, tereré, con cáscara de naranja, con yuyos, con un chorrito de limón.Cuando conocés a alguien por primera vez, te tomás unos mates. La gente pregunta, cuando no hay confianza: ´¿Dulce o amargo?´. El otro responde: ´Como tomes vos´.Los teclados de Argentina tienen las letras llenas de yerba.La yerba es lo único que hay siempre, en todas las casas. Siempre. Con inflación, con hambre, con militares, con democracia, con cualquiera de nuestras pestes y maldiciones eternas. Y si un día no hay yerba, un vecino tiene y te da. La yerba no se le niega a nadie.Éste es el único país del mundo en donde la decisión de dejar de ser un chico y empezar a ser un hombre ocurre un día en particular.Nada de pantalones largos, circuncisión, universidad o vivir lejos de los padres.Acá empezamos a ser grandes el día que tenemos la necesidad de tomar por primera vez unos mates, solos. No es casualidad. No es porque sí. El día que un chico pone la pava al fuego y toma su primer mate sin que haya nadie en casa, en ese minuto, es que ha descubierto que tiene alma.O está muerto de miedo, o está muerto de amor, o algo: pero no es un día cualquiera.Ninguno de nosotros nos acordamos del día en que tomamos por primera vez un mate solos. Pero debe haber sido un día importante para cada uno. Por adentro hay revoluciones.El sencillo mate es nada más y nada menos que una demostración de valores...Es la solidaridad de bancar esos mates lavados porque la charla es buena. La charla, no el mate.Es el respeto por los tiempos para hablar y escuchar, vos hablás mientras el otro toma y es la sinceridad para decir: ¡Basta, cambiá la yerba!´.Es el compañerismo hecho momento.Es la sensibilidad al agua hirviendo.Es el cariño para preguntar, estúpidamente, ´¿está caliente, no?´.Es la modestia de quien ceba el mejor mate.Es la generosidad de dar hasta el final.Es la hospitalidad de la invitación.Es la justicia de uno por uno.Es la obligación de decir ´gracias´, al menos una vez al día.Es la actitud ética, franca y leal de encontrarse sin mayores pretensiones que compartir.